Dpto. Biología y Geología: Rocío Álvarez
Dpto. Física y Química: Manuela Morillo
Dpto. Dibujo: Adolfo García
Dpto. Inglés: Esther Moreno, Mª Luisa Sánchez, Luis Domínguez y Alejandro Fernández
Dpto. Matemáticas: Soledad Carrasco y Miguel Ángel López.
Dpto. Orientación: Jesús Rojo y José Luis Morcillo.
Dpto. Geografía e Historia: Piedad Delgado.
Dpto. Lengua castellana y Literatura: Amparo Díaz, Paloma España, Soledad Notario, José Enrique Díaz, Carlos Agejas, Antonia García, Agustina Larrosa y Mercedes Martínez.

sábado, 20 de marzo de 2010

El misterio Velázquez, Eliacer Cansino

Conocí por entonces a una joven con quien trabé una profunda y duradera amistad. Se trataba de una muchacha que llevaba ya algunos años en palacio, muy favorecida de la Reina, extranjera también y con el mismo signo con que la naturaleza me había señalado a mí. Se llamaba Bárbara Asquín, y por aquel entonces ya todo el mundo la conocía por Maribárbola.

Maribárbola vivía en España desde hacía algún tiempo. Había aprendido con soltura su oficio y, aunque no había perdido el deje alemán que imprimía a sus palabras, se hacía entender con toda claridad. Si algo la caracterizaba era su capacidad para ver siempre más allá de lo que aparentemente significaban las cosas, fruto más que de su inteligencia, de una sagacidad nacida de la desconfianza y la incertidumbre a la que la vida le había sometido siempre. Eso le hacía mirar con recelo a cuantos desconocía y a mostrarse fría y altanera con aquellos que intentaban tomar diversión a su costa. Aunque tenía fama de hosca, yo le conocí tales arrebatos de alegría y un desvelo de bondad para conmigo que desmienten toda esa maledicencia. Su frase preferida, que murmuraba siempre en alemán, ante el desconcierto de los demás, era man tragt das Licht in sich, es decir, “la luz se lleva dentro”.

También a mí me enseñó a buscar esa luz. Y aunque nunca alcancé para mí mismo la paz que ella era capaz de lograr, aprendí de sus palabras y de sus obras la manera de hacerlo. Si en alguna ocasión puedo permanecer ensismismado atendiendo a mi interior, a ello se lo debo.

(…)

Gracias a Maribárbola conocí a Velázquez. La ocasión la deparó una de esas desgracias a las que los que son como yo estamos tan habitualmente expuestos.

Una noche en la que había habido fiesta en palacio, volvía yo a mi habitación tras buscar en el piso bajo remedio a un terrible dolor de muelas. Concentrado en mi dolor, traía un candelabro encendido para iluminar mis pasos. Al fondo de la galería divisé a tres hombres y al punto reconocí al conde de Aguilar entre ellos, el cual tenía sobrada fama de pendenciero. Ellos al verme con el camisón y las luces, debieron pensar que nada mejor que un bufón noctámbulo para acabar la fiesta, así que se escondieron y, no pudiendo evitarlos, al pasar junto a ellos, el conde me salió al paso y me detuvo con la espada en la mano.

-Detente ahí, alma en pena, fantasmilla errante, y danos cuenta de adónde te encaminas en el corazón de la noche.

Pronto descubrí por la forma de hablar, que el conde estaba borracho, así como los otros dos que le acompañaban y que me rodearon para unirse a la chanza.

Uno me sujetó del camisón y tiró de mí hacia atrás. Otro me echó la capa por encima e hizo como si intentara atraparme.

-¡No te escaparás, bribón, lechuza noctámbula!

Me resguardé en la pared y a los tres les rogué por favor que me dejaran ir, que no era ni la hora ni la ocasión para andar con aquellas bromas. Pero ellos no me escucharon y siguieron su juerga. Fue entonces cuando el conde, con la punta de su espada, intentó llevar las cosas al extremo.

-A ver si el fantasmilla tiene “pajarillo” –dijo entre las carcajadas de la comparsa que le reía las gracias.

Tan grande era el malestar que me provocaba el dolor de muelas y el temor de no saber dónde irían a parar aquellas bromas que, tan pronto vi dirigir la punta de la espada a mi vientre, me revolví como un bicho y, sin pensarlo dos veces, lancé el candelabro contra el bromista. Debí de golpearlo en la misma frente, pues el conde se derrumbó ipso facto, mitad por el dolor, mitad por la sorpresa con que respondí a su ataque. Los otros dos se quedaron paralizados, sin saber si atender al conde o ensartarme con sus espadas, y esa indecisión la aproveché yo para salir huyendo y adentrarme, sin luz, guiado únicamente por mi conocimiento de palacio, por un pasillo oscuro hasta mi alcoba.

(…)

En ese desánimo recordé el refrán que siempre decía mi padrino cuando erraba en sus hechos: “Tropezar y no caer, adelantar camino es” Y pensé que, como fuese, tenía que sostenerme en pie y no dejarme abatir. En ese propósito regresé al lecho y, antes de dormirme, repetí una y otra vez el refrán, procurando apaciguar así mi inquietud.

Al día siguiente, aún no podía creer lo que me había sucedido. Acudí a las cocinas como si lo desconociera todo. Estaba aterrorizado de que, en cualquier momento, el conde de Aguilar o alguno de sus acompañantes me cercenase el cuello al doblar una de las esquinas. Pero pude comprobar que nadie hablaba de ello, como si en realidad nunca hubiera sucedido o nadie se hubiera enterado.

Me extrañó aquel silencio. Y, asustado como estaba, decidí ir a ver a Maribárbola para pedirle consejo.

(…)

  • ¿No me digas, Nicolás, que fuiste tú quien amoche atizó con un candelabro al conde de Aguilar?

  • ¿De qué me hablas?- pregunté, intentando disimular.

  • No te hagas el tonto. En palacio es difícil no enterarse de lo que ocurre.

  • ¿Cómo lo sabes?

  • Anita escuchó anoche el tumulto y después les oyó hablar.

  • Entonces debe de saberlo ya todo el mundo.

  • No temas, nadie lo sabe aún. Y, además, sospecho que el conde de Aguilar no correrá la suerte de airear el asunto.

  • ¿Por qué dices eso?

  • Aquí todo el mundo tiene algo que ocultar, Nicolasillo, y el conde no querrá que se sepa de qué nido venía a esas horas. Si tuvieras los ojos abiertos y los oídos atentos, en vez de dedicarte a hacer esas barrabasadas, te guardarías mejor las espaldas.(…) Su compromiso con una doncella de la Infanta le obliga a guardar silencio. No se arriesgará a dar publicidad a lo ocurrido.

  • ¿Entonces crees que no me buscará?

  • No estoy segura. Aguilar es un hombre muy rencoroso. Por eso he pensado que será mejor que vayas a ver a Diego Velázquez.

  • ¿El aposentador?

  • No encontrarás otro hombre en palacio dispuesto a echarte una mano. Él es el único que nos tiene un aprecio sincero. Lo ha demostrado en muchas ocasiones. Y, además, sé que detesta al conde de Aguilar. Piensa que hará infeliz a esa muchacha que él tanto quiere.

  • ¿Quién es ella?

  • María Sarmiento, una de las damas de la Infanta.

  • ¿De verdad crees que Velázquez podrá ayudarme?

  • Al menos no va a ayudar al conde, de eso estate seguro.

  • ¿Y qué le digo?

  • Dile sencillamente lo que te ha ocurrido. Y dile también que te he enviado yo. Si puede hacer algo por ti, te aseguro que lo hará.

(Eliacer Cansino: El misterio Velázquez. Edit. Bruño)


ACTIVIDADES


1º.- ANTES DE LA LECTURA

  • ¿Conocéis a Velázquez?

  • Decid el nombre de algún cuadro importante de este pintor.

  • ¿Habéis visitado el Museo del Prado? ¿Conocéis el cuadro de Las Meninas?

  • ¿Podríais explicar algo de dicho cuadro?


2º.- DE COMPRENSIÓN LECTORA

  • Leemos el texto en voz alta.

  • Explicamos las palabras y frases subrayadas, también alguna otra que no conozcamos.

  • Cuenta la aventura que tiene Nicolás por la noche en palacio.

  • ¿Por qué tiene tanto miedo Nicolasillo?

  • ¿Por qué Maribárbola piensa que el conde de Aguilar no dirá nada de lo que ocurrió esa noche?

  • Personajes que aparecen en el texto:

BÁRBARA ASQUÍN (MARIBÁRBOLA): busca en el texto las características que la definen. ¿Cómo te la imaginas? ¿Cuál era su frase preferida? ¿Qué quiere decir dicha frase?

NICOLÁS PERTUSATO (NICOLASILLO): ¿Qué podrías decir de él? ¿Qué le caracteriza?

CONDE DE AGUILAR: ¿Cómo lo definirías?

VELÁZQUEZ: ¿Cómo lo podrías describir?

¿Qué característica común tienen Maribárbola y Nicolás?


3º.- DE LENGUA

  • En el texto podemos apreciar tres partes muy claras. Búscalas y explica de qué trata cada una.

  • Busca una parte descriptiva, una narrativa y un diálogo.

  • ¿Qué tipo de texto es? ¿Qué tipo de verbos predominan? ¿Quién es el narrador del texto y de qué tipo es?

  • Realiza un resumen.


4º.- DESPUÉS DE LA LECTURA

  • Buscamos el cuadro de Las Meninas e identificamos a los personajes.

  • Elige un personaje, el que más te guste y escribimos su historia







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